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XIII
EL DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ

Descendimiento

«Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió».

(Jn 19,38-40)


Retiraron su cuerpo

La tarde cae rápidamente. Un miembro del Sanedrín, discípulo en secreto del Señor, José de Arimatea, tiene la valentía de ir al Pretorio y reclamar el cadáver del Señor. Su valor se ve premiado: Pilato se lo concede, no sin antes asegurarse de que Jesús ha muerto ya.

A José se le va a unir otro sanedrita, del que Juan ya nos habló en su evangelio (3,1-21). Curiosamente estos hombres, hasta ahora, no han podido o no se han atrevido a dar la cara por Jesús. Ahora que él ya ha muerto, cuando lo normal sería dar el asunto por concluido y ocultar para siempre que habían sido sus discípulos, se arriesgan a ser expulsados del Sanedrín e incluso excomulgados de la sinagoga. Por prestarle al cadáver del Señor este tributo de su respeto y amor, ahora que no creen poder recibir nada a cambio, están dispuestos a perder su fama y su posición.

Nicodemo y José, con infinita reverencia, derramando abundantes lágrimas, arrancan los clavos y, abrazados al sagrado cuerpo, lo dejan en el regazo de su Madre. Jesús ha terminado su Pasión, pero no María. Ella lo amó, como ninguna madre ha amado jamás a su hijo.

Siendo llena de gracia, su amor no tiene el más mínimo repliegue sobre sí. Por eso su dolor no tiene ningún otro que se le pueda comparar.

Es un dolor mudo. Son lágrimas incontenibles y ardientes. Pero no hay en María rebelión, ni odio, ni desesperanza. Su dolor es puro, mientras abraza el cuerpo sin vida del Señor y besa sin descanso al amor de su alma. ¿Quién podrá jamás sondear la profundidad de su pena?

Grupo escultórico de imágenes vestideras de 85 cm de altura, de varios escultores y propiedad particular de Rafael Basan.
Los ropajes bordados han sido extraídos de antiguas casullas, algunas de las cuales datan de finales del S.XVIII-S.XIX, y principios del S.XX; y pasados a terciopelos de seda. La Piedad viste encaje de Bruselas, mientras que María Magdalena viste uno de duquesa, ambos de finales del S.XIX. Las preseas bañadas en plata han sido elaboradas en un taller de orfebrería Sevillano. El aguamanil es en plata de finales del S.XIX.
Confección y montaje Rafael Basan.

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Escaparate de Semana Santa: Texto
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